sábado, 24 de octubre de 2015




"Muévete como si toda la eternidad estuviera a tu disposición; de hecho lo está. Estamos aquí desde el principio y vamos a estar hasta el final.
Recuerda que en el universo no hay principio ni fin.
Siempre hemos estado aquí y lo estaremos siempre.
Cambian las formas pero no la sustancia; cambian las vestiduras, pero no el alma.
El primer paso para la relajación está en tu cuerpo, mira en tu interior y busca alguna tensión en él: en el cuello, en la cabeza, en las piernas. Relájalo a conciencia. Ve hasta esa parte del cuerpo y persuádela, dile amorosamente: “¡Relájate!”
Al abordar cualquier parte de tu cuerpo, quedarás sorprendida(o) de que te escucha, te hace caso; ¡es tu cuerpo! Con los ojos cerrados penetra en su interior, desde los dedos de los pies hasta la cabeza, localizando cualquier lugar donde haya tensión.
Habla entonces con esa parte del cuerpo como si hablaras con un amigo; permite un diálogo entre tu cuerpo y tú.
Dile que se relaje y adviértele: “No hay nada que temer. No tengas miedo. Estoy aquí para cuidarte; estate tranquilo”.
Poco a poco, aprenderás el truco. Conseguirás que el cuerpo se relaje.
Después da otro paso, un poco más profundo; dile a la mente que se relaje. Si el cuerpo escucha, la mente también lo hace.
Mucha gente empieza por la mente y fracasa; se debe a que empieza por el sitio equivocado. Primero el cuerpo, luego la mente.
Cuando la mente se encuentre relajada empieza entonces a relajar tu corazón… el mundo de tus sentimientos, tus emociones; algo todavía más complejo, más sutil. Sólo entonces ,cuando has dado estos tres pasos, puedes pasar al cuarto.
Ahora puedes pasar al centro más interno de tu ser, el cual está más allá del cuerpo, de la mente, del corazón: el verdadero centro de tu existencia. Conseguirás también relajarlo.
Dicha relajación aporta el mayor gozo posible, el supremo éxtasis, la total aceptación. Te hallarás llena de felicidad y de júbilo. Llenarás tu vida de ductilidad y armonía, la convertirá en danza."


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