lunes, 26 de octubre de 2015


Ella no puede, nunca pudo,
dejar su piel a un costado,
Si la otra voz se torna áspera,
gritar ese silencio que la asfixia,
y se atraganta, se ahoga,
pierde la empatía,
con sus síntomas simpáticos,
la acidez gana su cuerpo,
el color verde musgo, su alma,
no sabe, no puede desatar ese nudo que la ata,
se huele prisionera de esa jaula
de oro y plata, no escapa.
Ha suspendido su vuelo,
alguien logró cortar sus alas,
y no dice una palabra,
hay días que el gris humo
pincela cada lágrima,
se siente pequeñita,
la han estrujado,
hasta convertirla en un ser frágil,
temeroso,
inerte, inconsistente,
parece acaso una bolita,
y entra en una palma,
siente que el cuerpo,
es pura culpa,
malditos esos hombres
que temen al poder de la voz de una mujer,
y para sentirse macho
la calla a fuerza de temor.
Ella escribe su historia con minúscula,
siente que está dentro del cuerpo equivocado,
no puede decir en voz bien alta,
que a él le asusta el sin miedo…la mujer,
y en su cara
descubro que el dolor,
dice callando,
y ella no puede.




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